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Compartimos el primer tornallom del Equipo de Agroecología

El día prometía ser cálido y luminoso, y fue todo lo que se esperaba de él, para que pudiéramos disfrutar de una jornada de trabajo comunitario, en el proyecto agroecológico de Toni y Pilar en Picassent. Todo ello dentro de una propuesta que habíamos lanzado para rescatar una vieja costumbre de la huerta valenciana, el Tornallom, según la cual se juntaban varios agricultores para hacer el campo de uno, al día siguiente van todos al campo del otro y así sucesivamente. Aunque en nuestro caso partimos de una adaptación a nuestra situación actual, para periódicamente acudir un grupo de nosotros  a las huertas de los demás, y ayudar en los trabajos del campo cuando sea más necesario.

Nuestra aventura empezó en la parada del metro de Picassent, en la que la mitad del grupo nos encontramos y el resto se incorporaron cuando ya habíamos llegado a la finca.  Cuando dejamos el pueblo de Picassent  el paisaje empezó a cambiar y comenzamos a entrar en un ambiente rural y tranquilo, donde el ritmo era el de la naturaleza, el de pájaros y el de las flores primaverales, con toda su belleza y esplendor.

Al llegar a nuestro destino, nuestros anfitriones, Pilar y Toni, más una joven voluntaria alemana, nos recibieron con bromas y mucha alegría, felices de ver tantos colaboradores dispuesto a ayudar. Tras situarnos en las instalaciones, comenzamos a equiparnos y a repartirnos las herramientas de trabajo, sin  perder un minuto de un mañana tan prometedora.

En un momento la finca bullía de nuestra actividad, un grupo empezó a limpiar de hierbas lo que serían los alrededores de una pérgola para reuniones  y a despejar algunos caminos entre la vegetación forestal . El otro grupo se dedicó al huerto ecológico de autoconsumo, liberando los caballones de habas, ajos tiernos, guisantes, alcachofas, etc. de sus competidoras silvestres. Todo ello dentro de un bucólico ambiente granjero, con los balidos de las pequeñas cabritas, los cantos de los gallos, el bullicio de los patos, y la presencia de cerditos correteando.

Una vez puestos a la obra, Toni enseñó cómo manejar la azada a los más urbanitas y también disfrutó explicando cómo usar la motosierra a una valiente amiga canaria, que enseguida se lanzó a podar las ramas bajas de los pinos. Todo el mundo puso de su parte en función de sus posibilidades, pero disfrutando de  la energía del grupo y realizando saludable actividad física para desentumecerse de la vida sedentaria. Para satisfacción de nuestros estómagos, que pedían reponer las energías consumidas, al medio día hicimos un descanso bajo la sombra de un níspero y en un momento comenzaron a correr los pinchos de tortilla, con la alegría del buen comer y la buena compañía.

Con el estómago agradecido, de nuevo nos dispusimos a continuar con los trabajos, pero ahora algunos de los dedicados voluntarios se cambiaron de tarea para poder aprender y experimentar otras labores de la finca. La dinámica del grupo nos llevó a reunirnos para plantar unos olivos y compartimos los pasos necesarios, como si de un curso práctico se tratara, y mientras unos hacían las labores el resto se fijaba en  todo el proceso.

Como nuestro objetivo no solo era trabajar sino sintonizar con la energía del lugar, decidimos antes de irnos a comer dar un paseo por la finca y hablar de las ideas para el proyecto: la pérgola de reuniones, la pradera para el ganado, el pequeño bosque de alimentos, la expansión del huerto de autoconsumo, la zona de acampada, el lugar mágico bajo el gran algarrobo y mucho más. Mientras avanzamos con Pilar por las sendas forestales nos contó experiencias, detalles de su juventud, anécdotas de sus hijos cuando eran pequeños, y al escuchar la historia de la finca nos sentimos más conectados con todo el proceso que se estaba produciendo.
Como en todo en la vida la aventura llegó a su fin, pero no sin disfrutar antes de una buena comida con paellas de fideos vegetarianas, vino y buenas naranjas, por cortesía de nuestros anfitriones. La despedida no se llevó a cabo hasta hacer nuestro tradicional minuto de silencio para agradecer al lugar tan grata experiencia, y una vez nos dispusimos a partir, transcurrieron los abrazos, las promesas de vernos pronto y una agradable sensación en el corazón de haber compartido un día enriquecedor, al tiempo que un destello de esperanza para un mundo donde primen las relaciones humanas y disfrutar compartiendo las cosas sencillas de la vida.

Jose Luis

Equipo de Agroecología de la Red Sostenible y Creativa