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Publicado por en en economía humanizada
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la ética del dinero y la transformación social

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Una vez más, ha hecho falta una fuerte sacudida para darnos cuenta de que no íbamos bien. En los últimos años hemos estado inmersos en una euforia colectiva basada en el beneficio rápido y fácil, el crecimiento ilimitado, el consumo desenfrenado...
¿Hasta cuándo pensábamos que podía durar? o lo que es más importante, ¿a dónde queríamos llegar? Desde la caída del muro de Berlín (otoño de 1989), hemos asistido a la justificación y al desarrollo de un modelo basado en el crecimiento de la producción y en la supuesta libertad de circulación de mercancías a escala planetaria. Se trata de la denominada “globalización”. Pero ¿qué es lo que, en realidad, se ha globalizado? Supuestamente, esta globalización debía aportar más riqueza a la Humanidad y acabar con los males endémicos que le afectan. Pero ya en el año 2000, los países integrantes de la ONU, reunidos en su sede de nueva York, presentaron un Informe sobre el estado del mundo y de cómo en los últimos años la situación se había deteriorado alarmantemente tanto en el área social como en la medioambiental: hambre, pobreza, mortalidad infantil, esclavitud, epidemias, discriminación de la mujer... ¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Lo más importante de esa reunión fue que surgió un compromiso unánime de los 190 países presentes, que se dio a conocer con el nombre de los objetivos de Desarrollo del milenio (OMD). En un plazo de 15 años (del 2000 al 2015) se debían conseguir avances radicales en ocho puntos de máxima urgencia. A principios
Del año pasado, nos encontrábamos aproximadamente en la mitad de ese plazo de 15 años, y la ONU presentó el Informe anual de seguimiento de los OMD, junto con una carta de su Secretario General Ban Ki Moon en la que decía: “Hemos fracasado. El hambre y la pobreza han aumentado, las epidemias siguen extendiéndose y la situación del cambio climático se ha deteriorado de forma grave”. Y añade un comentario: “Si ahora hiciéramos algo todos unidos, aún estaríamos a tiempo de conseguirlo” Pero, ¿no existía ya un compromiso? Lo más sorprendente, cuando se lee el informe completo, es que cada año se han destinado más recursos económicos a la ayuda humanitaria y, sin embargo, cada año estamos peor. ¿A qué es debido? ¿Qué estamos haciendo mal? Y lo que es más importante, ¿qué deberíamos hacer para acabar realmente con los problemas que hoy existen en el mundo? Cuando se entra a fondo en estas preguntas y se analiza sin prejuicios la situación, se descubre que el origen del problema radica en que hemos desarrollado un modelo social y económico que genera más destrucción humana y medioambiental de la que puede luego reparar mediante la ayuda humanitaria. El modelo, en sí mismo, es destructivo y cada vez lo es más. Pero, ¿en qué consiste este modelo? Consiste en el denominado mercado libre en el que impera la ley de la oferta y la demanda también conocida como competencia. Éste es el modelo que hemos desarrollado y en el que seguimos educando a nuestros hijos; cuando son pequeños ya se les inculca un espíritu competitivo en los estudios y en el Deporte : hay que vencer a los demás, hay que ser mejor que los demás....
Parece como si no hubiera otra forma de relacionarse que la de la competencia, y de hecho se la denomina “ley” de la oferta-demanda. La palabra ley alude a un hecho inevitable, inexorable. Esto no ocurre con el mercado, donde existe otra manera de relacionarse con la economía, basada en el respeto a la dignidad del ser humano. Conseguir el máximo beneficio personal aprovechando la debilidad de otros seres humanos, no es una obligación. Existe otra opción, poniendo la fuerza y
Las capacidades personales al servicio de los demás. Esta otra opción es la que genera paz, justicia y bienestar para todos. Es una decisión difícil, porque requiere coraje y un espíritu libre, es decir, ser capaz de tomar decisiones sin miedo y sin seguir la corriente general. Pero es una opción que todos tenemos a nuestro alcance, aunque sea en las pequeñas decisiones de nuestra vida cotidiana. Una de estas decisiones es la del consumo ecológico y responsable.
Cuando decidimos comprar productos ecológicos, estamos contribuyendo a restablecer el equilibrio medioambiental de la Tierra, deteriorado de forma alarmante en los últimos veinte años. La agricultura intensiva es la causante del 60% del deterioro global, por eso la alimentación ecológica no es algo “alternativo”, sino la única opción sensata de la que depende nuestra salud y, a la larga, nuestra supervivencia. La mayor carestía de algunos productos ecológicos se compensa con un consumo responsable, con un consumo de lo esencial, renunciando al despilfarro y a las seducciones de la publicidad. Otra decisión sencilla, pero revolucionaria por su poder de transformación social, es la Banca Ética. La Banca Ética utiliza el ahorro de sus clientes para financiar empresas e iniciativas que, además de ser rentables, mejoran la calidad de vida de las personas y respetan la naturaleza. Cada vez hay más personas, empresas e instituciones que quieren ahorrar e invertir de forma responsable y saber qué hace el banco con su dinero. Al igual que hay muchas empresas que deciden que quieren trasladar sus préstamos actuales a un banco ético, porque quieren trabajar con una entidad transparente y con valores. Si en nuestra relación con el dinero sólo nos guiamos por el criterio de la
máxima rentabilidad, es decir, obtener el mayor interés por mis ahorros y pagar el mínimo en mis préstamos, y no tenemos en cuenta cómo el uso de ese dinero va a repercutir en otras personas y en el medio ambiente, - nuestra falta de conciencia y de compromiso es también corresponsable de aquellos problemas
que intentan combatir los mencionados objetivos de Desarrollo del milenio. La próxima apertura en Valencia de una delegación de Triodos Bank es una buena noticia para todas aquellas personas concienciadas de que otro mundo es posible, y de que para ello hace falta otro tipo de banca. A todos nos corresponde
la responsabilidad de construirlo con nuestras decisiones personales.♦

por Joan Antoni Melé, director territorial de triodos bank para cataluña y baleares

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