La alimentación debería ser un derecho fundamental para todos los seres humanos de este planeta y nuestros actuales dirigentes dicen trabajar en esta línea, pero las cifras de la cantidad de personas en el mundo que mueren diariamente de hambre no dejan de subir. Ante esta situación, el mensaje que nos llega de los medios de comunicación es que no se produce suficiente alimento para todos y que hay que invertir en una agricultura más intensiva, para arrancarle más producción a los procesos naturales de creación de alimento, y que esto justifica tecnologías poco sostenibles (incluso peligrosas) como los cultivos hidropónicos, los cultivos transgénicos, los cultivos de regadío en tierras desérticas, etc... pero el sentido común nos dice que el problema es la dependencia de que sean otros los que produzcan nuestros alimentos, cada vez más lejanos por la globalización de los mercados económicos. Ante esta situación actual, tras varias décadas de gran desconexión con la tierra y los ciclos naturales, con los que nuestros antepasados estaban en sintonía para desarrollar “el arte de cultivar” hasta la llegada de la agricultura química o industrial (hace más de 60 años), volvemos a reconocer la capacidad y responsabilidad para producir nuestros alimentos.

Recuperemos la capacidad y responsabilidad de producir nuestros alimentos.

La alimentación debería ser un derecho fundamental para todos los seres humanos de este planeta y nuestros actuales dirigentes dicen trabajar en esta línea, pero las cifras de la cantidad de personas en el mundo que mueren diariamente de hambre no dejan de subir. Ante esta situación, el mensaje que nos llega de los medios de comunicación es que no se produce suficiente alimento para todos y que hay que invertir en una agricultura más intensiva, para arrancarle más producción a los procesos naturales de creación de alimento, y que esto justifica tecnologías poco sostenibles (incluso peligrosas) como los cultivos hidropónicos, los cultivos transgénicos, los cultivos de regadío en tierras desérticas, etc... pero el sentido común nos dice que el problema es la dependencia de que sean otros los que produzcan nuestros alimentos, cada vez más lejanos por la globalización de los mercados económicos. Ante esta situación actual, tras varias décadas de gran desconexión con la tierra y los ciclos naturales, con los que nuestros antepasados estaban en sintonía para desarrollar “el arte de cultivar” hasta la llegada de la agricultura química o industrial (hace más de 60 años), volvemos a reconocer la capacidad y responsabilidad para producir nuestros alimentos.

El ser humano tiene una capacidad creativa increíble y en el caso concreto de producir su propia comida con los medios de los que dispone, las posibilidades son prácticamente infinitas. Este es el caso de nuestro amigo Juan Antón, que tras toda una vida dedicada a actividades no relacionadas con la agricultura, un día comenzó a preguntarse cómo era posible que la actual agricultura fuera tan contaminante y necesitara tantos recursos, para producir alimentos con poco sabor, llenos de pesticidas y de grandes campos de monocultivo, hasta que un día observó un mandarino abandonado que no dejaba de producir frutos sin fertilizarlo, regarlo o trabajar la tierra. Comenzó a leer libros, a realizar cursos, entre ellos uno fundamental de diseño en Permacultura, y a realizar sus propios experimentos. De este proceso empezó a gestarse su proyecto en un huerto de naranjos de 3000 m², en Alzira, cerca de Valencia. A Juan le preocupaba el hambre y el sufrimiento del ser humano, y por ello su objetivo se centró en elaborar un “proyecto contra el hambre”.

Hoy en día, tras más de 15 años de experiencias, el huerto de naranjos se ha convertido en un “Bosque de Alimentos” con 36 variedades de árboles que dan mucha comida. La particularidad de este bosque en relación a los campos que lo rodean es que se autoalimenta; no necesita estiércol ni otro tipo de fertilizantes, no se aplican pesticidas, no se mueve la tierra, no se utilizan herbicidas, al contrario, cuanto más hierba salga mejor.De esta forma y a través de los árboles, se consigue la base principal de la alimentación, de forma más estable que con las plantas anuales, las cuales pasan a ocupar un lugar secundario en relación a los árboles. En este pequeño bosque hay reservados unos espacios para sembrar diversos tipos de plantas según la época del año: tomates, pimientos, berenjenas, maíz, habichuelas tiernas, cebollas, habas, rábanos, batata….y otras que salen solas: acelgas, ajos porros, tomatitos pequeños (cherry), además de otras plantas comestibles y aromáticas. Sin olvidar a los que no disponen de tierra de cultivo, Juan tiene una pequeña terraza cubierta a modo de invernadero en esta misma finca, donde ha creado un ejemplo de huerto de terraza con solo unas mesas y unas jardineras. Con su experiencia viva y palpable, Juan Antón nos demuestra que cualquiera puede cultivar alimentos, solo hace falta un poco de creatividad y amor por la tierra.

Actualmente el proyecto está integrado en una red de bosques de alimentos, formada por un grupo de amigos de Juan que colaboramos en difundir este tipo de proyectos y en orientar a los interesados en crear Bosques de alimentos. Más información en: http://bosquedealimentos.wordpress.com/

Convocatoria:

EL próximo 8 de diciembre está prevista una visita al proyecto de Bosque de Alimentos de Juan Antón. La visita comenzará a las 10 de la mañana, con una pausa para la comida donde habrá que traer comida preparada de casa, y seguirá por la tarde según la dinámica del grupo. El aforo es limitado a 20 personas, por lo que las personas interesadas deben dirigirse a: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

Jose luis Moreno     equipo de agroecología de la Red.