La música es parte de mi vida, al igual que la vida es parte de la música.
La música es parte de vivir.
Y vivir es parte de la música.
Se enredan la una en la otra, y resulta imposible discernirlas: en el escenario ya no sé bien si soy yo quien canta, o es la música la que vive. O las dos cosas, seguramente.
Y es esta unión de vida y música aquello que nos permite interpretar: hacer fluir desde nosotros la música, dándole el regalo de los colores y las esencias de nuestras vidas.
Así, cada canción cambia al ser cantada, y cada cantante es cambiado por cada canción que canta.
Y vosotros, a quienes canto, de nuevo entenderéis la música en función de vuestra vida.
La música está abierta a interpretación: es un camino de emoción, de cultura viva y de conocimiento interior. Su recorrido es el de nuestras vidas, y el de las vuestras.
Nuestras vidas se impregnan de blues, de tango, de rancheras, de rock y de bossanova… de flamenco claro, y de cumanana también. Y nuestra música se une a nuestros viajes, a los momentos que vivimos y a las personas que encontramos… a nuestras experiencias, sentimiento y pensamientos.
Y mi carrera como cantante ya no se distingue de mi carrera como persona.
Ni Mónica se distingue de Mona.

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