¿Por qué en general la mayoría llevamos un estilo de vida materialista, basado en trabajar y consumir? ¿Cuál es la razón de que el sistema educativo promueva una mentalidad de empleado entre los estudiantes? ¿Por qué casi todos los profesionales que se incorporan al mercado laboral dependen del Estado, los bancos y las empresas para sobrevivir? ¿Qué genera que las organizaciones estén obsesionadas con el afán de lucro en el corto plazo? Y en definitiva, ¿de dónde procede nuestra actual forma de ver la vida?

 

La respuesta a estas preguntas no es sencilla. Entre otras variables, es esencial señalar que en función de dónde hemos nacido y el tipo de condicionamiento que hemos recibido, hemos ido creando una identidad personal en base a las creencias familiares, laborales, políticas, religiosas y económicas con las que hemos sido moldeados por la sociedad. Prueba de ello es el hecho de que al nacer en un determinado país (o comunidad) solemos utilizar un determinado idioma, defender una determinada cultura, estar afiliados a un determinado partido político, seguir una determinada religión e incluso apoyar a un determinado equipo de fútbol.

El quid de la cuestión radica en que no solemos elegir nuestras creencias (que condicionan nuestra forma de comprender la vida), nuestros valores (que influyen en nuestra toma de decisiones), nuestras prioridades (que reflejan lo que consideramos más importante) y nuestras aspiraciones (que marcan aquello que deseamos conseguir). Más concretamente, este conjunto de creencias, valores, prioridades y aspiraciones constituyen nuestro «paradigma», que vendría a ser la manera en la que vemos, comprendemos y actuamos en el mundo. La importancia de hacer consciente nuestro paradigma radica en el hecho de que también determina nuestras necesidades y motivaciones. Es decir, lo que creemos que necesitamos para ser felices y lo que nos mueve a hacer lo que hacemos en la vida.

También es la raíz desde la que nace nuestra manera subjetiva de pensar y el tipo de actitud que solemos tomar frente a nuestras circunstancias. A partir de todo ello, solemos cosechar una serie de experiencias y resultados, que son los que finalmente determinan nuestro grado de bienestar y malestar en las diferentes dimensiones de nuestra vida. Y dado que el sistema es un fiel reflejo de la manera en la que pensamos y nos comportamos la mayoría, el paradigma vigente también determina el modo en el que la sociedad concibe al ser humano y a la educación, fomentando un determinado tipo de relaciones laborales y organizaciones empresariales.

Pues bien, a esta forma predominante de ver la vida se le denomina «viejo paradigma» y actualmente se encuentra en decadencia. Sobre todo porque genera resultados de lucha, conflicto e insatisfacción, además de ser completamente ineficiente e insostenible. Esta es la razón por la que cada vez más seres humanos estamos comprometiéndonos con nuestra propia transformación, dejando de orientar nuestra existencia al propio interés para comenzar a dirigirla al bien común.

Iniciar este viaje de cambio personal es un acto de honestidad, humildad y valentía, pues implica abandonar la arrogancia de creer que lo sabemos todo acerca de nosotros mismos y de reconocer que nuestra forma de pensar y de comprender la vida puede ser errónea y limitada. Lo cierto es que en general viene precedido por una saturación de sufrimiento, la cual nos motiva a salir de nuestra zona de comodidad, aventurándonos a lo nuevo y lo desconocido. Así, por medio de un proceso de autoconocimiento y de cuestionamiento finalmente se produce el llamado «cambio de paradigma».

Experimentar este clic evolutivo nos posibilita desprogramar nuestra mente de la vieja visión del mundo industrial para actualizarnos al nuevo paradigma de la emergente e imparable Era del Conocimiento. Y en la medida que este cambio de mentalidad se extienda entre la sociedad, traerá consigo una revolución en nuestra forma de concebir al ser humano, la educación, el trabajo y las empresas. Y a su debido tiempo, también traerá mucha más satisfacción y realización a nuestras vidas. Eso sí, para que se haga realidad, el principal cambio debe producirse en nuestra conciencia. Así, el slogan de esta nueva Era podría resumirse con las famosas palabras de Mahatma Gandhi: “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo.”



 

 

 

 

Fuente : www.borjavilaseca.com