La salud y la enfermedad se refieren a un estado que experimenta la persona, no a algo que expresa el cuerpo físico. Cada ser humano tiene su propia naturaleza, sus puntos débiles y a cada uno puede perturbar de un modo diferente una experiencia vital similar.

Los conceptos de enfermedad y de salud varían en función del paradigma en el que se base la medicina. Un paradigma es el conjunto de explicaciones y supuestos sobre la realidad. Según se conciba el mundo y sus habitantes, así será el modo en que se perciba qué es salud, qué es enfermedad y cómo hacer prevención y tratamiento.

 

La medicina convencional es una concepción que se basó en el antiguo paradigma científico, de carácter materialista.  Este veía al ser humano como un cuerpo. Nadie duda de su utilidad en el plano molecular y a nivel de enfermedades agudas, pero somos mucho más que un cuerpo. Por esto, desde las últimas décadas del pasado siglo, la medicina convencional está experimentando cambios y abriéndose a nuevas posibilidades.

La concepción holística del ser humano se basa en la física cuántica, el nuevo paradigma científico. Considera al individuo una unidad de cuerpo, mente, estados emocionales, patrones de relación y memorias energéticas que interactúan entre sí. Desde esta perspectiva, la salud y la enfermedad se refieren a un estado que experimenta la persona, no a algo que expresa el cuerpo físico. Cada ser humano tiene su propia naturaleza, sus puntos débiles y a cada uno puede perturbar de un modo diferente una experiencia vital similar.

La herencia genética no es determinante. Nuestro ADN nos habla de posibilidades, de una información desarrollada por nuestros ancestros y que nosotros podemos activar si reproducimos su modo de vivir. Si abordamos la vida como ellos lo hicieron, si perpetuamos sus rutinas diarias, sus estados mentales, si nos atascamos en las mismas emociones que ellos, si arraigamos sus costumbres perjudiciales, entonces podemos terminar manifestando síntomas o/y enfermedades similares.

El síntoma o la enfermedad nos hablan de lo que está sucediendo en nuestra vida, no sólo en nuestro cuerpo físico. Aunque se exprese con frecuencia a través de la incomodidad o del dolor, es un “amigo” leal que nos hace conscientes de lo que ocurre en el nivel subconsciente de nuestra existencia. Nos invita a pararnos y a realizar cambios en nuestra manera de ser y de estar aquí.

Así como la curación se refiere a la visión de la enfermedad como algo que el cuerpo manifiesta, donde el sujeto es pasivo y el tratamiento es externo a él, la sanación es un proceso activo por parte del ser humano que experimenta el síntoma o la enfermedad. Además de recurrir a todos los tratamientos de la medicina convencional que sean oportunos, se trata de sanar la vida, como dice la terapeuta americana Louise L. Hay.

La situación económica y el temor colectivo que ha generado, está contribuyendo a manifestar en muchas personas estrés crónico. La Organización Mundial de la Salud, ha declarado que el estrés es una de las cuatro causas mayores de muerte en el mundo. Se le relaciona con un sinnúmero de síntomas y enfermedades. Afecta a todos los niveles de nuestro ser.

El estrés es una respuesta sana y natural ante un cambio. Desencadena una reacción global que nos prepara para actuar o huir, básicamente. El problema comienza cuando toda esa tensión que se crea como mecanismo de supervivencia, no encuentra salida y se vuelve contra nosotros.

La cuestión más importante es cambiar el modo en que vivimos nuestra experiencia. Este es el factor definitivo. Cada uno de nosotros trae de serie un enorme potencial de sanación, que puede ser “despertado” y estimulado, a través de la intervención energética, de cambios en nuestra alimentación, en nuestros hábitos de vida y, sobre todo, en cómo nos estamos relacionando con nosotros, con los otros y con la existencia. Aprender a relajarnos y practicar meditación a diario son herramientas imprescindibles. También ayuda el apoyo familiar y social, hacer un poco de ejercicio cotidianamente, reducir la ingesta de sustancias estimulantes, beber más agua y, sobre todo, traernos una y otra vez al momento presente.

 

 

Revista Soy Mujer, Ana Jaraba