Este artículo ha sido publicado en Expansión el 06/04/2012. Idili Lizcano es asesor de la Red, y os recomendamos este artículo donde contesta a preguntas de interés.

 

Con apenas 8 años, Idili Lizcano recorría las perfumerías cercanas a la place Vendôme, en París, y aspiraba los aromas que las dependientas le mostraban. Aquel niño inquieto se propuso que un día lo haría mejor. Él, desde luego, lo ha hecho diferente. Filósofo, perfumista, alquimista y empresario, Idili Lizcano (Orán, 1956) ha logrado en 28 años situar Alqvimia, su firma de alta cosmética natural, en más de 20 países, con tiendas, centros de estética y spas en Hong Kong, Praga, Malasia, EEUU... Está a punto de abrir en París y Singapur, y entrar en China. Detrás de esta marca de prestigio, con fieles como Penélope Cruz o Halle Berry, oficia este hombre de vocación emprendedora, con el know how de un alquimista milenario. Un empresario en sintonía con la tierra, defensor de la "economía humanizada".

 

¿Estamos pagando caro el maltrato a la naturaleza?

Sí, un precio muy alto. No podemos olvidar la ley metafísica de causa y efecto. Todo efecto tiene una causa: cuando haces una acción negativa, recibes una consecuencia negativa. La concepción neoliberal de la economía actual no ofrece perspectivas de futuro para el hombre sobre el planeta.

Desde Alqvimia ha impulsado una declaración de principios de la economía humanizada. Cuéntenos.

Vivo y trabajo en medio de la naturaleza, de donde salen los productos de Alqvimia, en una masía en Tortellà, en Girona. Pienso que nos hemos apartado de la ley natural, que se rige por la generosidad.

¿Hay generosidad en un huerto?

Por supuesto. Si lo cuidas bien y lo labras, te da una cantidad enorme de frutos. La prosperidad y la riqueza son fruto de la generosidad. Y hoy reinan la ambición, el egoísmo neurótico, el afán de poder y la codicia.

¿Es demasiado místico afirmar que a la economía le falta cariño?

Es que le falta cariño. Hemos basado la economía en el beneficio individual, y yo estoy convencido -y Alqvimia es prueba de ello, porque crecemos pese a la crisis-, de que hay otra manera de crear valor: la riqueza aumenta cuando se comparte.

La ley de causa y efecto...

Efectivamente: cuanto más das, más recibes.

Pero nuestro sistema económico está montado al revés.

Sí, cuanto más egoísta eres, más triunfador pareces. Eso, a la larga, no produce la felicidad.

Usted ha creado un Foro Alqvimia de la Felicidad que promueve encuentros empresariales. ¿Otro modelo es posible?

Durante los últimos 30 años, hemos hecho una apología de la economía especulativa y nos hemos olvidado de la productiva. La verdadera riqueza no viene de mover el dinero de un lugar a otro.

¿Hemos entronizado una riqueza falsa?

Exacto. Es una riqueza que no existe. La ventaja actual de Asia sobre Europa es que ellos están apostando por la economía real. Lo nuestro está montado en torno a un castillo inexistente. El dinero no crea riqueza.

¿Cuál es su apuesta, entonces?

Una economía productiva de bienes y servicios respetuosa con el medio ambiente. Si vendes una moneda o una acción, quizá tripliques su valor, pero no hay nada detrás: es humo.

¿Sufren mucho las empresas?

Mucho, con el peligro de que están desapareciendo. Hoy, sólo servimos para pagar impuestos. Es injusto.

¿Alguna vez se pregunta 'quo vadis, Europa'?

Pienso mucho en eso. Europa debe buscar la excelencia, que se noten los dos mil y pico años de civilización y cultura que llevamos a la espalda. Tenemos que volver a lo real y lo natural, a una economía de la felicidad.

Es licenciado en Filosofía, ¿de quién ha aprendido más?

Admiro mucho a los presocráticos. Son nuestras raíces culturales. Ellos entendieron la importancia de la fusión del hombre con la naturaleza. Si queremos tener futuro como especie, debemos mirar a largo plazo. La gente sólo mira a tres o cuatro años vista.

¿Qué queda del niño que vivió en París hasta los 13 años y entraba en las perfumerías?

Ése fue mi despertar al arte del perfume. París es la cuna de la perfumería moderna a partir del siglo XX. Todos llevamos un niño dentro. Es lo que nos mantiene con frescura en la vida: hay que conservar la ilusión.

¿La ilusión se lleva mal con los números y los balances de cuentas?

Nooo... La economía debe estar al servicio del ser humano. Además del justo derecho a obtener beneficios, deben primar valores éticos, espirituales y sociales que impulsen la actividad económica: la justicia, la solidaridad, el bien social... Hay que volver a conectar la vida con el mundo real.

Alguien le tuvo que plantar a usted esta semilla...

Mis padres, Conrado y Consuelo, que vivieron 30 años en el exilio. Mi padre era republicano, un hombre muy culto. Me crié en medio de libros. Lo único que consumo de forma compulsiva son libros. Mis padres me enseñaron a amar la cultura, y una forma de entender la vida.

La naturaleza le ha dado mucho. ¿Le ha enseñado a mandar?

La naturaleza enseña que el liderazgo tiene que ser como ella, como las células que se van uniendo y formando tejidos. No entiendo los liderazgos verticales. Creo en líderes positivos, que disfruten de lo que hacen. Y aunque no esté de moda, que sean bondadosos, nobles y generosos.

Mucho pide usted...

No hay otra salida. Los empresarios no deben ser tiburones. Bastante los hemos sufrido ya.