El surgimiento de las "Ciudades Slow" se remonta a 1999 en Italia, de ahí que también se conozca en el ámbito internacional como "Cittaslow". El alcalde de la pequeña localidad toscana de Chianti, Paolo Saturnini, pensó que podía trasladar a la escala urbana el modo de vida de la "Slow Food", creada por su compatriota, el sociólogo y crítico gastronómico Carlo Petrini.

De esta manera, si la comida lenta defiende unos ritmos más pausados y el disfrute de cada plato como prioridad, las ciudades lentas ofrecen a sus habitantes mejorar su calidad de vida a través de la tranquilidad, los espacios verdes y la ausencia de estrés.

Las ciudades lentas mejoran la calidad de vida a través de la tranquilidad, los espacios verdes y la ausencia de estrés


La idea se extendió pronto a las vecinas de Chianti, las localidades de Bra, Positano y Orvieto. Desde entonces, el movimiento ha convencido a más de un centenar de ciudades y comarcas de todo el mundo. Italia, como país de origen de la organización, tiene el mayor número de ciudades asociadas: 69. Canadá, Estados Unidos, Sudáfrica, Corea del Sur o Australia también albergan ciudades que integran el club.

Los principales países europeos cuentan con varias ciudades slow. Alemania, con diez, Reino Unido, con ocho, Polonia y España, ambas con seis, encabezan la lista de mayor número de socios. Begur y Pals (ambas en Girona), Bigastro (Alicante), Lekeitio y Mungia (ambas en Bizkaia) y Rubielos de Mora (Teruel) forman parte de la Red Estatal de Municipios por la Calidad de Vida de las Cittaslow.

El medio ambiente es una de las bases fundamentales de las ciudades slow:

 

 

 

 



Criterios para ser una ciudad slow


Los responsables del movimiento han constituido una organización para concretar cómo debe ser una ciudad slow. Los asociados actuales y cualquiera que desee entrar en el club deben cumplir un manifiesto de 55 criterios agrupados en seis categorías: política medioambiental, infraestructuras, calidad del tejido urbano, apoyo a la producción y los productos locales, hospitalidad y sentido de la comunidad de sus habitantes y conciencia de Citta Slow.

Los centros urbanos están cerrados al tráfico rodado y se potencian las energías renovables y las leyes coherentes con la naturaleza

El objetivo es que en estas ciudades sus habitantes no tengan más remedio que llevar un modo de vida tranquilo, saludable, en el que se fomenten las tradiciones y se queden fuera los hábitos estresantes, los ruidos o la homogeneización de las ciudades convencionales. Sus responsables deben promover la concienciación y la educación de estos valores entre todos los ciudadanos, en especial, entre los más jóvenes.

Una vez que consigue ser aceptada, la ciudad puede utilizar el logo de la asociación, un caracol naranja que carga sobre su caparazón un conjunto urbano. Este sello actúa como un certificado de calidad y atracción de un turismo que busca este tipo de destinos. La organización dispone de inspectores que visitan de manera regular a sus miembros para asegurarse de que se mantienen los estándares de conducta slow.

El tamaño de la ciudad marca a los posibles candidatos: su población no debe exceder los 50.000 habitantes y no puede ser capital de país. No obstante, algunas personas creen que los principios del movimiento Slow deberían integrarse en todas las ciudades, sin importar lo grande o pequeña que pueda ser. Es el caso de Slow Down London, cuyos impulsores ofrecen a los habitantes de la "city" diversas actividades y consejos para un modo de vida más relajado y ecológico.

Fuente: consumer.es