El ser humano siente un profuso dolor. Trata de acallarlo, corriendo de aquí para allá, acelerándose, manteniendo su mente ocupada. Algunos realizarán compras compulsivas en la búsqueda de la endorfina de la posesión. Otros se hincharán a chocolates o carnes copiosas. Algunos “jugarán a ser” ludópatas y otros alcohólicos. En definitiva, todos estarán huyendo del sufrimiento. No es distinto estar todo el día conectado a la música del mp3 o a la televisión.

En lugar de ello, el ser humano precisa detenerse y escuchar su dolor. Literalmente sentarse, respirar y no hacer nada. Escuchar y sentir y aceptar. No más. Eso es suficiente. De lo contrario, cuanto más corras para evitar percibir tu dolor, más fuerte tendrá que ser la “hostia, el choque” que detenga tu huida. Obviamente este parar en seco causa considerable padecimiento.

Come tranquilo en silencio. El poder transformador del silencio es inmenso. Aliméntate del silencio. No tengas miedo de la frustración que sientes, ningún orgasmo de ningún tipo (artificial, consumista, superficial) va a transformar tu dolor en amor. El sexo con amor es otro tema, ya que posibilita la verdadera apertura del ser.

¿Qué hay que hacer pues? Abrir la sensibilidad, aceptar el dolor. Meter amor donde hay dolor. No hay otro modo. Florecer luz donde se acurruca la oscuridad. Confiar allí donde no se confía. Compartir. ¿Con quien? Con uno mismo, con los otros y con la vida. La vida es tu madre (ten fe), te cuida y te protege. Pero debes escucharla.

¿Por qué resulta todo tan complejo? La vida quiere que superes tu sufrimiento y la manera que tiene de lograrlo es atraer hasta ti situaciones que toquen tus heridas de modo que te obliga a revisarlas. Es pues el momento de mirar dentro de uno y preguntarse por qué me duele. La gente no te hace daño, no te traiciona. Es tu propia herida la que busca que le prestes atención con la esperanza de que el amor de tu ser espiritual sea derramado en tu herida y puedas conectar así con la sanación que otorga la luz.

Se habla del 2012. ¿Hacía donde estamos nos lleva la consciencia colectiva emergente? En las últimas décadas y en general durante el siglo XX, hemos estado inmersos en un proceso intelectual de cambio de paradigma. Los valores religiosos habían caducado y necesitábamos actualizar los valores del espíritu. Hemos escrito y leído profusamente sobre libertad, desapego, desprenderse de los celos, cultivar la tolerancia, no crear expectativas, vivir en el aquí y ahora, confiar en la vida, trascender el orgullo y la vanidad, aceptarse como maravilloso igual entre nuestros hermanos, etc. Ahora ha llegado el momento de pasar de toda esa asimilación intelectual a la experiencia. Es por ello, que en todo el planeta se está forjando el deseo de crear entornos sagrados. Entornos de conexión donde ensayar nuestra capacidad de compartir con estos nuevos valores. En estos centros de nueva era, se medita, se practica yoga, chi-kung, reiki, flores de bach, danzas, masajes y multitud de terapias de ajuste energético. No importa cuantas terapias y actividades se organicen en un Centro Nueva Era. Lo que se está buscando es que el ser humano aprenda a amar, a compartir. En las próximas décadas, estos oasis energéticos, serán verdaderos centros de reunión donde aquellos que están preparados entren a interactuar con unos valores más puros, menos vacuos. No necesitas conocer a otra persona para interactuar desde el corazón, desde el servicio, desde la tolerancia, desde la alimentación de la autoestima. Elevar a otro ser, no puede en modo alguno empequeñecerte sino elevarte también a ti. Debemos amarnos, querernos, valorarnos, confiar en lo hermoso de nuestro ser y hacer lo propio con la manifestación de tu prójimo. A esto llamamos nueva era.

Sirio Simó Calatayud. 

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