“Un colectivo indígena de Chiapas, enredado con un espacio de co-working de Quito. Una plataforma de crowd funding de Barcelona, trabajando con el movimiento de datos abiertos de Montevideo. Una cooperativa griega, inspirando a colectivos artísticos de Caracas (y viceversa). Un grupo hacktivista de Madrid, retroalimentándose de la permacultura de las favelas de Río de Janeiro”. Así comenzaba un texto mío, titulado La Europa del Sur y América Latina, unidos por el P2P, que publiqué el pasado mes de marzo. En él, presentaba el #Wikisprint convocado por la P2P Foundation que se celebró el pasado 20 de marzo, en el que estuve especialmente implicado. En él, participaron centenares de redes, colectivos, fundaciones, activistas, Gobiernos … Personas de todo el mundo, participando por razones muy diferentes. Y sin un intermediario claro. Activistas del 15M, por ejemplo, colaboraron con el mismísimo Estado español (varios centros de cultura de España de América Latina) en una nueva topología de red donde todos los nodos podían conectarse con todos los nodos. El P2P, su filosofía abierta, mostró su verdadera fuerza empoderadora.